“La gente cada vez sabe más y más…….de menos y menos cosas”, Siri Hustvedt.
Esta serie de entrevistas se empezaron a gestar en marzo de 2016. Durante este periodo de tiempo dos nuevas firmas engrosan la lista de galardonados con el premio Pritzker (distinción que desde hace unos cuantos años no deja indiferente a nadie), mientras que Europa mantiene su mirada paternalista y condescendiente hacia lo que ocurre en Latinoamérica y la sobreexposición de información a la que está sometida la profesión, ha provocado la institucionalización de un término tan grosero y vacuo como el de arquitectura avanzada.
También durante este periodo de tiempo saltaron a la luz pública una declaraciones de Jeroen Dijsselbloemun, presidente holandés Eurogrupo, en las que, acrecentando todavía más eltópico, manifestó que los países del sur se gastan el dinero en alcohol y mujeres, al tiempo que se conoció el descalabro económico que supuso el último delirio de Herzog & de Meuron en Hamburgo, un despilfarro inmoral que pone de manifiesto que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra…..y todo estos mientras Francis Queré no solo se ha sentado en la mesa de los mayores, sino que encima ha puesto los pies encima de la mesa: eso sí, sin la arrogancia de aquel presidente que hablaba catalán en la intimidad.
Finalmente la charlatanería postrera y recurrente de un Rem Koolhaas en el final de su carrera ha encontrado en BIG un digno sucesor, y el desprecio a Calatrava se ha generalizado de tal manera, ¡qué incluso se ha escrito un libro!
En cuanto al plano político irremediablemente ligado a nuestra disciplina, Pedro Sánchez recupera una secretaría general de un PSOE a punto de convertirse en la nueva marca blanca de un PP acorralado por los escándalos de corrupción.
Javier Dasdores: Te formaste como arquitecto en Argentina y aunque llevas más de 19 años en nuestro país, mantienes la vinculación con Iberoamérica. Hasta hace bien poco el conocimiento que se tenía en Europa de la arquitectura realizada en el nuevo mundo era más bien pobre. Tradicionalmente los medios se han centrado más en difundir la producción europeay japonesa, a excepción de figuras consagradas como Niemeyer o Barragán, a los que en occidente se ve como objetos exóticos con los que decorar estanterías. Sin embargo de un tiempo a esta parte la mirada se ha vuelto hacia el continente latinoamericano y lo que se percibe no es más que la consecuencia del influjo europeo, una especie de plato exótico adaptado al gusto occidental.
Fredy Massad: Cuando estaba estudiando en la Facultad de Arquitectura en la Universidad de Buenos Aires, a fines de los años 80, predominaba la sensación de distancia. Pese a que Buenos Aires es una capital importante, se percibía como un lugar periférico, alejado de los núcleos donde realmente estaban sucediendo las cosas de importancia para la arquitectura. (Hay que tener en cuenta que, aunque no haya pasado en realidad tanto tiempo, estábamos aún en la era pre-digital.) Sin embargo, había un profundo interés por absorber el mundo desde esa distancia que, si estaba liberada de complejos, te permitía empaparte de lo que sucedía tanto en Europa como en EE.UU y estar al tanto también de los contenidos de las publicaciones japonesas.
Prestábamos también mucha atención a lo que sucedía en Iberoamérica pero, a veces, entendíamos nuestra cultura después de haberla pasado por el filtro de las publicaciones europeas, cosa que creo que aún hoy sucede. Persiste esta cierta idea de que es necesario triunfar en el Norte para ser reconocido en el Sur.
Cuando me instalé en España, como dices, había un conocimiento muy difuso sobre la arquitectura que se estaba haciendo en Iberoamérica. Sólo había algunos nombres de referencia.
Creo que, actualmente, pese a este interés que Europa está mostrando hacia sus excolonias, el desconocimiento sigue siendo marcado. No sólo por parte de los europeos sino también debido al discurso reductivista con el que se promocionan en particular ciertos arquitectos procedentes de Iberoamérica y que básicamente exhiben dos tipos de arquitectura: la que se copia de publicaciones europeas, de fácil digestión (por ejemplo, Giancarlo Mazzanti); o la vertiente que muestra la parte más precaria de la sociedad, que busca la condescendencia y despertar compasión haciendo bandera de la desigualdad social desde una posición clasista (y de la que el ejemplo más evidente es Alejandro Aravena).
El interés por Iberoamérica es mayor que el de hace veinte años pero no me parece que sea por razones demasiado positivas. A mi parecer, el populismo latinoamericano ha calado hondamente en un sector amplio de la política europea y estadounidense; y, por otro lado, está esa comprensión neocolonialista y paternalista. Señalo siempre como ejemplo de convergencia de estos dos fenómenos el León de Oro otorgado en 2012 a la Torre David. En él confluían el chavismo y un estereotipo de lo que en Europa se entiende por Iberoamérica.
Pienso que es necesario un verdadero estudio de qué y cómo está pasando en Iberoamérica, más allá de estas figuras destacadas que esencialmente buscan abrirse un espacio mediante narrativas esquemáticas y de aspiraciones mediáticas.
JD: Desarrollas tu profesión de forma más teórica que pragmática. ¿Fue una decisión motivada por el rechazo hacia el rumbo que estaba tomando por aquel entonces la profesión?
FM: No, en absoluto. Nunca tuve ningún tipo de vocación ni de héroe ni de outsider. Las circunstancias y el interés por tratar de entender las cosas me fueron conduciendo hacia una visión más crítica que teórica.
Empecé a colaborar con la revista summa, una revista histórica y tal vez la única que había sobrevivido de entre las que se editaban en Buenos Aires, mientras era estudiante. En realidad, comencé publicando fotografías de arquitectura y, en un momento dado, me ofrecieron también la oportunidad de escribir. Ése fue mi comienzo. Ha sido un camino lento y progresivo.
Me mudé a Barcelona hace casi ya veintiún años. Fue pocos meses antes del caótico congreso de la UIA de 1996. Y lo cierto es que, contemplando retrospectivamente ese momento, posiblemente, frente al MACBA empezó, sin que aún nadie lo supiera, la era de los star-architects: la estampa de Eisenman con la camiseta del Barça, el fanatismo que mostraba el público hacia aquellos arquitectos… En aquel momento propuse a summa entrevistar a algunos de los arquitectos participantes. También ese mismo verano entrevisté a Enric Miralles.
Sin ninguna prisa, ni meta a corto plazo, dejé que el azar pusiera el resto. Conocí a Alicia Guerrero Yeste, con quien comencé a trabajar, y que acababa de licenciarse en Historia del Arte. En 1997, viajamos a Bilbao y entrevistamos a Frank Gehry pocos meses antes de la inauguración del Guggenheim. Proseguimos con las entrevistas a arquitectos y escribiendo artículos sobre la arquitectura que estaba construyéndose en aquel momento.
Paulatinamente se va acumulando un bagaje de formación y opinión que, gradualmente, en mi caso, derivó, al cabo del tiempo, en la voluntad de introducir cada vez más una reflexión crítica sobre los temas. No es que me despertase un buen día diciendo ‘yo soy crítico’. Digo esto porque constato cómo cada vez más, y con más insolencia e inconsciencia, muchos se otorgan el título o el carácter de críticos de buenas a primeras. Creo firmemente que es necesaria paciencia, trabajo de aprendizaje, cimentar el conocimiento… para poder dar valor a una opinión. Igualmente creo también de vital la importancia la duda constante para el trabajo crítico.
Si antes era importante llegar a la información, hoy la tarea es saber discernir cuál es la realmente necesaria; por este motivo, el ejercicio del pensamiento crítico es crucial. Tengo la sensación de que hoy, a causa de la sobredosis de información, muchos parecen tener todo aprendido. No existe una verdadera conciencia del aprendizaje ni de la necesidad de reflexionar y dudar.
Estamos dominados por opinólogos dogmáticos que no piensan, no meditan. Sólo continúan deteriorando el estado en que están las cosas.
JD: El pasado mes de marzo y tras un año no exento de polémica, el jurado de los Pritzker decidió premiar la emocional y tremendamente estética arquitectura del estudio español RCR, una decisión en las antípodas del controvertido fallo del año pasado en el que el galardón recayó en la figura del chileno Alenadro Aravena, con el que te mostraste especialmente beligerante en relación a la “mitificación” que se ha hecho del personaje a base de pulsiones mediáticas y su falso posicionamiento ideológico.
FM: En el caso concreto de Alejandro Aravena, pienso que el personaje ha ido siempre por delante del arquitecto. Es más, me atrevo a decir que sólo existe el personaje. El propio Aravena ha reconocido claramente en alguna conferencia que él buscaba un nicho donde situarse, diferenciando su perfil del de los star-architects al uso.
Hay que reconocerle la astucia de haber sabido anticipar este perfil antes de que la crisis llegara y su perfil se convirtiera en el ‘paradigma positivo’. Seguramente ése es el motivo por el que ha llegado tan lejos.
No creo que la arquitectura de Aravena tenga cualidades sobresalientes, ni su obra para grandes corporaciones o instituciones ni tampoco ELEMENTAL, que ya he dicho repetidamente queno es el revulsivo innovador que ha querido venderse. Muy al contrario. Su triunfo juega en contra de la visibilidad de la arquitectura iberoamericana. La consolidación de este arquitecto y la lectura que se efectúa de su obra no hace sino ensalzar y, aún peor, glamourizar la precariedad.
Hay otro factor que me irrita. Y es esa posición adanista que omite en sus discursos a quienes han sido sus precedentes, contribuyendo así a incrementar la impostura. Lo que no puedo entender es que no haya habido una reacción contundente que le pida cuentas claras sobre esos precedentes negados o interesadamente olvidados, en lugar de conformarse con esos reconocimientos vagos y difusos con que en ocasiones responde.
El mito Aravena es una de las encarnaciones de la posverdad: una falacia que se ha convenido colectivamente en aceptar. Aunque los hechos se obstinen en desmentirlo. Pongo como ejemplo que, al día siguiente de habérsele otorgado el Pritzker, un blog chileno publicó en Facebook unas imágenes del estado real de su obra emblema, la Quinta Monroy. En esas fotos se podía ver un conjunto de chabolas que poco, o más bien nada, reflejaban de la supuesta excelencia del concepto arquitectónico del que surgían. No obstante, se prefirió seguir creyendo el relato que aceptar los hechos constatados. Se prefería convertir en verdad el relato de Aravena antes que confrontarlo a esa realidad incómoda y que ponía ese relato absolutamente en entredicho. Aún menos después de que Aravena hubiera logrado erigirse en figura poderosa del establishment.
Como sucede con tantos otros asuntos en torno a la arquitectura, cuestionarlo, discutirlo puede suponer para muchos arquitectos perder oportunidades, ser excluidos o expulsados, quedar fuera de juego. Que la gran mayoría tampoco lo discuta, ni lo cuestione, refleja la nula capacidad crítica que lamentablemente hoy existe, que considera preferible aferrarse al salvavidas de todas aquellas ideas y figuras sancionadas por el sistema, que reflexionarlas.
Yendo al Pritzker de este año, el paso de Aravena a RCR Arquitectes constata que el jurado del premio funciona más como valedor de tendencias que como un ente ideológicamente responsable. De otro modo, no se entiende cómo, sin solución de continuidad, se pasa de premiar a un diseñador de chabolas con ínfulas de redentor de la humanidad (véase su discurso en la ONU al recibir el premio) a premiar a unos arquitectos correctos pero auto-imbuidos de un aura mística, cuya arquitectura tiene como premisa la sofisticación y la fotogenia. Igualmente, ésta podría entenderse como una primera lectura. La segunda posible lectura, y más profunda, hablaría de la astucia del premio auspiciado por la cadena de hoteles Hyatt.
En ambos casos se están premiando dos diferentes vertientes del populismo, algo que es tan poderoso hoy. En el caso de Aravena, obviamente, la vertiente populista iberoamericana (aunque no sé si ya corresponde denominarla ‘americana’, ya que incluiría también a Donald Trump en este concepto). En el de RCR Arquitectes, se premia este populismo europeo que tiende hacia la exaltación de lo primitivo, lo tradicional, de cerrazón, de vuelta a la aldea y que encarnan tanto el Brexit como Marine Le Pen, y también el movimiento independentista catalán, de cuyas políticas han salido beneficiados RCR Arquitectes.
Por otro lado, RCR Arquitectes han cultivado eso que tanto fascina a los arquitectos hoy: una posición ascética, bonista, puritana. Han definido para su arquitectura unos principios éticos tan claros y han hecho de ellos seña de identidad. Estos son los valores que los han hecho merecedores del Pritzker. Sin embargo, los fundamentos de esa identidad no pueden verse
cuando se examinan sus proyectos para el Golfo Pérsico. Ante esta contradicción, es inevitable preguntarse: ¿no estaremos ante el enésimo invento mediático? ¿No será esa actitud de obsesivos rigor y purismo una mera sobreactuación? ¿Volver a hacer el mismo espectáculo fingiendo que se hace anti-espectáculo?
JD: En el caso concreto de Aravena, te refieres no solo a la vigencia de una distinción cuya ambigüedad a la hora de ser concedida es manifiesta, sino sobre todo y ahondando nuevamente en lo dicho, a que ha sido una maniobra orquestada para consolidar la trayectoria de un personaje virtual elaborado en las cocinas del establishment, un avatar cuyos valores no parecen estar en consonancia con los que preconiza el jurado. Un ego construido en sintonía con la estrategia iniciada hace algunos lustros por Rem Koolhaas y cuyo alumno aventajado parece ser Bjarke Ingels.
FM: Bjarke Ingels, como siempre señalaba mi buen amigo el arquitecto Álvaro Míguez, no es sino un promotor, un desarrollista. Yo agrego que pasado además por el filtro de Mark Zuckerberg y ese estúpido concepto actual del ‘emprendedor’. Y estoy de acuerdo contigo, es como un genial producto de laboratorio: una figura de nueva generación para ser insertada dentro del star-system.
En Yes is more él mismo se afirma, sin el menor complejo ni modestia, en una línea de líderes carismáticos. Hace que se le identifique como penúltimo eslabón de una línea de arquitectos que comienza con Mies y su ‘Less is more’, pasando por Venturi, Johnson… Pero de hecho no se le ve más que como un parvenu con conciencia de cuál es el camino más corto hacia la fama. Es el más visible, y posiblemente el que mejor ha sabido hacerlo, pero no es el único. Aunque pueda llevar a confusión, planteo a mis alumnos el ejemplo de Ingels como el signo paradigmático de este tiempo: un tipo intelectualmente vacío, un optimista perverso que miente deliberadamente, pretendiendo hacer creer que todo es fácil y posible. Un simplista.
Ya he dicho más de una vez que considero a Ingels la otra cara de una moneda, cuyo anverso o reverso es Aravena. Veo en ambos la misma obsesión por la creación de un personaje, una obsesión que está por encima de todo: son optimistas, simplifican, ofrecen recetas fáciles y cargadas de un alto poder de seducción y un discurso totalmente hueco. Son productos para una sociedad cada vez menos exigente y menos crítica.
Este contexto parece sumirnos en un constante presente que tiende a olvidar que los efectos de hoy tienen su causa y origen en el pasado. Me parece desconcertante que las mentes bienpensantes se rasguen hoy las vestiduras ante el triunfo de Donald Trump pero no se planteen indagar en los motivos que abocaron a su elección como presidente. De la misma manera que no puede entenderse enteramente ni a Ingels ni a Aravena ni a Patrik Schumacher sin remontarnos a la inconsistencia y frivolidad perversa de los discursos de Koolhaas.
No descubro nada afirmando que Koolhaas es el gurú fundamental de la arquitectura presente, y esto es algo que considero negativo. Aunque parezca raro, y aunque las influencias estén más patentes en Ingels que en Aravena, creo que tanto uno como otro son descendientes de Koolhaas. Para ubicar a Aravena dentro de esta línea sólo hay que remontarse a sus ‘investigaciones’ en Lagos a mediados de los 90.
Tanto Aravena como Ingels son la versión para la arquitectura del populismo imperante. Ambos se disfrazan de salvadores: sostenibles, sociales, cools… Pero sus ideas son solamente refritos básicos de ideas muertas. Profetas del nuevo capitalismo (término que tomo del libro del mismo título de Nicole Aschoff) que, como dices, han sido preparados en las cocinas del establishment.
Koolhaas es el gran fabulador de la arquitectura de fines del siglo XX. El catalizador de todas las virtudes posibles – virtudes que a mí me cuesta mucho reconocer. Su pensamiento me parece extremadamente inconsistente. Su éxito se debe al haberse adecuado al flujo de cada momento. Me atrevo a decir que sus aforismos no andan muy lejos del nivel de profundidad de un libro de autoayuda. Recientemente he tenido oportunidad de ver REM, el documental sobre su figura que ha dirigido su propio hijo, y en el que, quizá de forma involuntaria, el personaje Koolhaas acaba retratado como un individuo sobreactuado y a la deriva. Vemos a un hombre que necesita la adulación constante, un narcisista completamente desconectado de la realidad. Me dejó pensando, una vez más, que Rem Koolhaas, al que siempre se le ha querido imbuir de esa aura de malditismo, de enfant terrible, es el germen de este terrible abaratamiento del pensamiento.
JD: Has denunciado en numerosas ocasiones la asepsia crítica que manifiesta gran parte de la ciudadanía y que en tu entrevista a Miguel Ángel Alonso del Val1 defines como de hooliganización2 : una excusa con la que emprender cruzadas particulares en un campo de batalla sin apenas espacio para el debate. ¿Te ha afectado de alguna manera la apropiación simplista y plana que se pueda hacer de tus manifestaciones? Sin ir más lejos, recuerdo un artículo que escribiste a raíz de la polémica con Aravena cuya descontextualización por parte de una conocida plataforma digital daba a entender justo lo contrario de lo que expresabas inicialmente.
FM: Cada vez me preocupa más la posibilidad de ser malentendido. Sobre el uso interesado o irreflexivo que se puede hacer de argumentos que me esfuerzo en razonarcon vehemencia y no en lanzar como dardos. La simplificación de ideas y palabras y que se erijan posiciones dogmáticas y simplistas es un gran peligro.
Uso el término hooligan para referirme a quienes, por sistema, jalean y celebran cualquier hecho o manifestación producida por alguien a quien consideran autoridad, referente… A quienes insultan o atacan a otros por devoción y obediencia ciega a cualquier figura que han ubicado en un pedestal, o que se les ha dicho que debe estar en un pedestal.
Cuando digo hooliganización hablo de ese estado de fanatismo ciego que se propone anular y denostar la discrepancia que surge del pensamiento crítico. Yo puedo hablar con dureza y vehemencia pero lo que querría, desde las reflexiones que planteo, es justamente evitar actitudes hooliganescas. Prefiero la idea de generar crítica de choque, plantear opiniones que sirvan para formular o reformular preguntas, desmontar o cuestionar nuestros propios dogmas, abonar las dudas, discernir…
Los propios críticos han renunciado al cometido esencial de su tarea. Como he dicho muchas veces, creo que se han convertido en meros portavoces o representantes de ciertos arquitectos. Todo se ha fanatizado espuriamente. Basta con ver las tertulias políticas o deportivas, transformadas en mero espectáculo de confrontación inútil y en donde sólo sobreviven los que se hooliganizan defendiendo a muerte, pero por motivos totalmente interesados, una camiseta.
Entiendo que tu pregunta habla del artículo que escribí sobre la concesión del premio Pritzker a Aravena. Hay un tono visceral en la primera parte de ese artículo, y que es visceral porque quería dejar claro que detesto lo que el concepto Aravena encarna. Pero inmediatamente, a continuación, expongo mis motivos. Argumento. Busco otras opiniones. Es más, gustosamente hubiera mantenido un diálogo con Aravena para escuchar directamente de él sus palabras y sus réplicas a las mías. No puedo estar seguro de que me hubieran convencido, pero hubiera apreciado profundamente el gesto de que se prestara a un diálogo.
Respecto al uso que se hizo de mis palabras en Plataforma Arquitectura, creo que expone claramente la chapucería interesada con que muchas veces se construye ‘información’. Pero creo que hay que ver estas plataformas digitales como una evolución, o consecuencia lógica, de la prensa de arquitectura tradicional sumada a las inercias de simplificación y sensacionalismo propias de la era de las redes sociales.
1. Miguel Ángel Alonso del Val (Cardeñadijo, Burgos, 1956) doctor arquitecto director de la Escuela deArquitectura de la Universidad de Navarra.
2. Massad, Fredy (2015) “Entrevista a Miguel Ángel Alonso del Val (La viga en el ojo), http://abcblogs.abc.es/fredy-massad/2015/12/11/entrevista-a-miguel-angel-alonso-del-val-1a-parte/
(Continuará)
Fredy Massad nació en Banfield (Buenos Aires) en 1966. Es arquitecto por la Universidad de Buenos Aires. Actualmente es profesor de ‘Teoría y Crítica de la Arquitectura’ en la School of Architecture-UIC (Barcelona) y profesor invitado de la FADU-UBA. Crítico del periódico ABC. En breve publicará el libro Crítica de choque en Bisman Ediciones.